miércoles, 28 de septiembre de 2011

X


Santuario vigila las tormentas. El monte es un pináculo que arrastra las mira­das. Cuánta renunciación y cuánto grito se esconde en el ascenso. La niebla se hace muro. Silencio

vertical. Pisadas de aguace­ro. Se nos quedan diminutas las palabras. Arriba está la luz.

Sonidos que la fiesta multiplica. y de la luz se cuelgan nuestras manos para seguir

pisando estos umbrales. La noche se pronuncia desde el valle. Toda la luz ahora en los

retablos. Estamos impli­cados en la danza. Cadena de un regreso poblada de ojos lentos.

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