Santuario vigila las tormentas. El monte es un pináculo que arrastra las miradas. Cuánta renunciación y cuánto grito se esconde en el ascenso. La niebla se hace muro. Silencio
vertical. Pisadas de aguacero. Se nos quedan diminutas las palabras. Arriba está la luz.
Sonidos que la fiesta multiplica. y de la luz se cuelgan nuestras manos para seguir
pisando estos umbrales. La noche se pronuncia desde el valle. Toda la luz ahora en los
retablos. Estamos implicados en la danza. Cadena de un regreso poblada de ojos lentos.
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