miércoles, 28 de septiembre de 2011

XII


La noche ensaya truenos y diluye la fiebre que ahora nos araña las, ventanas. Espada

que nos crece por dentro de la voz. El viento llega siempre muy cansado. Se queda

en el portal y enmarca los rumores de las voces todavía no gastadas. Como un caballo

grita y nos transmite su locura. Encanece el dolor y se revuelve por dentro de las arcas.

Temblores de alarido descosen las cortinas. Hay un reloj sin horas hacia donde

convergen las miradas.

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