Entonces, todavía la noche hacía bancales. y se empozaba lenta debajo de los ojos.
El musgo nos crecía por dentro de la boca. Estábamos marcados por el sonido claro de
jinetes en la huida. La voz de los ancianos, sus manos azuladas. Detrás de las ventanas
está creciendo el miedo. Por la ladera cárdena ya no ascienden rebaños. Ya no suenan
esquilas, ya no cantan arroyos. El polvo hace montículos Y tiembla en la solana.
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