miércoles, 28 de septiembre de 2011

XVII


Para enlazar los gestos, los rituales de sombra. Por encima del tedio, la clara esca­linata donde la luz se hacina. Donde resba­la el miedo. Las manos maternales que trasladan los sueños. Que se alargan y cre­cen sobre los mapas mudos. El tiempo se nos quema en haces de retama. Para frenar las dudas, las pisadas inciertas. Se constitu­ye un cauce con todos los vocablos. Con todo lo que olvidos y cansancios animan. Estamos destinados a construir un río. Una montaña blanca donde esconder fracasos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario