Para enlazar los gestos, los rituales de sombra. Por encima del tedio, la clara escalinata donde la luz se hacina. Donde resbala el miedo. Las manos maternales que trasladan los sueños. Que se alargan y crecen sobre los mapas mudos. El tiempo se nos quema en haces de retama. Para frenar las dudas, las pisadas inciertas. Se constituye un cauce con todos los vocablos. Con todo lo que olvidos y cansancios animan. Estamos destinados a construir un río. Una montaña blanca donde esconder fracasos.
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